Nunca lo había olvidado: los hombres no eran para mí.

el diario del viaje

el diario del viaje
• torre de papel •

long, long time ago




Nunca más. Me lo había jurado a mí misma entonces y volví a jurármelo ahora. Nunca volvería a concederle a un hombre la ocasión de hacerme daño.
Corría el peligro de que su rostro, hermoso y lívido, me distrajera. Era como intentar apartar la vista de un ángel destructor.

Hurt

Ésta noche te lloraré tanto que te irás de mi.
El despertar:

El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas imposibles, pero pasar, pasa. Incluso para mí.
—Y entonces, ¿qué es lo que me vas a enseñar hoy que no he visto todavía?
—Varias cosas. De hecho, lo que te voy a enseñar forma parte de una historia. ¿No me dijiste el otro día que a ti lo que te gustaba era leer? Pues bien, ésta es una historia de libros.
—¿De libros?
—De libros malditos, del hombre que los escribió, de un personaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento.

martes, 5 de mayo de 2009

prefacio de un desvelo moribundo.

Es extraño pensar que el mundo en sí mismo es una gran esfera de conflictos y de pasiones, de razón y de locura entrelazadas por promesas vanas de éxitos, quizás, inalcanzables.
Me encontraba mirando desde mi ventana, la fría y desolada noche de una primavera marchita. Mis ojos estaban postrados entre las persianas que miraban las siluetas de lo prohibido. Comencé a mirar aquello que supuestamente conocía, pero que ahora me daba cuenta que ya no si conocía tanto. Mi mente estaba envuelta en extraños pensamientos y creo que la soledad era uno de ellos.
Qué sentimiento más raro, pensaba yo; uno vive rodeado de gente pero muchas veces sigue estando sólo, o no es que esté sólo sino que se siente solo. En ese instante sin comprenderlo miré fijamente la luna llena y recordé lo extraño que era el amor, un sentimiento indescriptible que todos tienen en algún momento de su vida y que dejarían todo por ello, pero ¡qué estupidez!, lastimosamente, el mundo se sirve de egoísmo y de poder. Qué raro que yo hubiera pensado eso en ese momento... sería por la cursilería barata. Era probable. Creo que debo ser una de las pocas personas que aún cree en el amor.
Esto me hizo recordar la extraña relación que a veces pueden tener la soledad y el amor. En la secundaria recuerdo que me gustaba mucho un chico, tenía el pelo color castaño claro, su piel era blanca y sus ojos eran de un hermoso color café. Recuerdo que mandé a decirle lo que sentía, que me gustaba mucho y que quería conocerlo.

A lo que dijo: “es muy lindo todo lo que dice, pero tengo novia, así que lo siento”.
Fue una puñalada en medio del corazón, mis sueños de amor y de afecto se desvanecieron en un instante, agaché la cabeza en señal de derrota y cuando la levanté, vi cómo se alejaba. Me quedé sóla y recorrí los pasillos del colegio en compañía de mi soledad; cuando salí a la calle, unas nubes grises habían poblado el cielo, caminé a casa mirando ese horizonte apagado y nublado que se había formado y, en mi corazón, fue el final de un capítulo que luego tendría un final feliz. El amor siempre vuelve a tocar la puerta y es en ese preciso momento donde no hay que dejarlo ir.
Los minutos pasaban y mi cabeza giraba al mismo ritmo que la silla en la cual estaba sentada, las ideas rondaban una a una en mi mente y el asiento rechinaba por cada vez que quería acomodar mi cuerpo en él, mis dedos perdían fuerza por cada segundo que intentaba mantener los ojos abiertos de par en par y entonces comencé a preguntarme cosas a mí misma, mi mente se perdía en suplicios y en placeres, pero hubo una idea que caló muy hondo dentro de mi mente y esa fue la del miedo a morir. Creo que morir es una de las cosas que me causa más temor. Es extraño no tomar este acontecimiento como algo natural. Será porque siempre le tuve miedo a eso; en realidad no sé si el miedo es el no ser nadie en la vida y por eso la muerte es un lugar de olvido, o porque no tengo la certeza de lo que depará la muerte, ¿será la nada eterna? o ¿será el todo infinito?, la muerte es infinita o existe la posibilidad de volver a vivir… esas son cosas que me desvelan.
Luego pensé, che, ojalá mi sueños sean mucho más agradables, a todo esto mis ojos se iban cerrando muy lentamente, la noche se hacía larga y afuera había mucho silencio, mis manos se iban cayendo a los costados de la silla y mi cabeza comenzaba a desplomarse sobre mi hombro, entendí que ya era hora de dejar la razón de lado. Por eso me desvestí, abrí la cama y me introduje en ella y la razón dejó de ser razón por lo menos por unas horas.

eclipse

Acostumbraba a pensar en ti de ese modo, ya sabes, como el sol, mi propio sol. Tu luz compensaba sobradamente mis sombras.

Él suspiró.

Soy capaz de manejar las sombras dijo. Pero no de luchar contra un eclipse agregó mientras luchaba para que no le fallara la voz.


midnight sun


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tanto cielo para mi

tanto cielo para mi

look at me

look at me
No tenía el pensamiento a salvo del dolor, sino atrapado por éste, ya que formaba parte de la negrura de la inconsciencia.
Me sentí desconectada del cuerpo, como si estuviera confinada en un rincón de mi propia mente, pero sin estar ya al frente de los mandos, y no podía hacer nada al respecto, ni pensar. El tormento era demasiado fuerte para eso. No había escapatoria posible.

De todas maneras, busqué a duras penas por todo mi cerebro, un desesperado intento de encontrar una reserva de fuerza en alguna parte

una noche sin luna

Lo cierto es que mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y movimiento... Y entonces cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantes y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos se habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido le confesé.