Nunca lo había olvidado: los hombres no eran para mí.

el diario del viaje

el diario del viaje
• torre de papel •

long, long time ago




Nunca más. Me lo había jurado a mí misma entonces y volví a jurármelo ahora. Nunca volvería a concederle a un hombre la ocasión de hacerme daño.
Corría el peligro de que su rostro, hermoso y lívido, me distrajera. Era como intentar apartar la vista de un ángel destructor.

Hurt

Ésta noche te lloraré tanto que te irás de mi.
El despertar:

El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas imposibles, pero pasar, pasa. Incluso para mí.
—Y entonces, ¿qué es lo que me vas a enseñar hoy que no he visto todavía?
—Varias cosas. De hecho, lo que te voy a enseñar forma parte de una historia. ¿No me dijiste el otro día que a ti lo que te gustaba era leer? Pues bien, ésta es una historia de libros.
—¿De libros?
—De libros malditos, del hombre que los escribió, de un personaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento.

domingo, 29 de marzo de 2009

Aún no te quiero.

Aún no te quiero, no. Pero tienes algo... algo que me cautiva, que me hace pensar en ti constantemente... Y todavía no he descubierto qué es, supongo que con los días descubriré respuestas.
No es que te vea a menudo, no es que hablemos de millones de cosas, todavía queda mucho pendiente, demasiado. Pero estás en mi mente y te veo abriendo las puertas de mi cabeza, desordenándome los papeles...
Y de vez en cuando me entra un poco de miedo de que hayas entrado así, sin ni siquiera avisar, como si te perteneciera ya mi cabeza, como si supieras que iba a ser para ti.
Quizás esa confianza que tus ojos me desvelan cuando me miran es la que me tiene así, la que me hace pensar en ti, y sonreír, de vez en cuando, sin ni siquiera motivos, porque no das motivos, no das razones, no explicas nada, simplemente me miras... de esa manera.
Luego me quedo pensando, me quedo en silencio. Te vas, y te veo de espaldas, como te alejas, lentamente, aunque... no mires para atrás, o aunque cuando mires sea para decir un segundo adiós, un "hasta pronto". Te veo cuando vuelves, y siento el típico escalofrío en la panza, pero es sólo con tu mirada... entonces todo desaparece y yo no sé dónde esconderme, me siento vulnerable como si pudieras leer mis ojos, porque ya estás en mi cabeza. Pero yo lo veo tan claro, tan real, que quizás me quede roja... o mire para otro lado, pero mis ojos se han quedado en ti, siguen mirándote, aunque no te miren.
Y después... después viene, no sé que viene, todavía no viene nada más allá que unas simples palabras, de esos cruces de ojos, no viene nada. Pero es como... como si a veces dejase de tener miedo y se me ponen los ojos brillantes, entonces es cuando sonrío y digo: "quizás sea el momento, ¿por qué no?"

(Saray Pavón Márquez)

eclipse

Acostumbraba a pensar en ti de ese modo, ya sabes, como el sol, mi propio sol. Tu luz compensaba sobradamente mis sombras.

Él suspiró.

Soy capaz de manejar las sombras dijo. Pero no de luchar contra un eclipse agregó mientras luchaba para que no le fallara la voz.


midnight sun


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tanto cielo para mi

tanto cielo para mi

look at me

look at me
No tenía el pensamiento a salvo del dolor, sino atrapado por éste, ya que formaba parte de la negrura de la inconsciencia.
Me sentí desconectada del cuerpo, como si estuviera confinada en un rincón de mi propia mente, pero sin estar ya al frente de los mandos, y no podía hacer nada al respecto, ni pensar. El tormento era demasiado fuerte para eso. No había escapatoria posible.

De todas maneras, busqué a duras penas por todo mi cerebro, un desesperado intento de encontrar una reserva de fuerza en alguna parte

una noche sin luna

Lo cierto es que mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y movimiento... Y entonces cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantes y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos se habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido le confesé.