Nunca lo había olvidado: los hombres no eran para mí.
long, long time ago
Nunca más. Me lo había jurado a mí misma entonces y volví a jurármelo ahora. Nunca volvería a concederle a un hombre la ocasión de hacerme daño.
Corría el peligro de que su rostro, hermoso y lívido, me distrajera. Era como intentar apartar la vista de un ángel destructor.
Hurt
Ésta noche te lloraré tanto que te irás de mi.
El despertar:
El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas imposibles, pero pasar, pasa. Incluso para mí.
—Y entonces, ¿qué es lo que me vas a enseñar hoy que no he visto todavía?
—Varias cosas. De hecho, lo que te voy a enseñar forma parte de una historia. ¿No me dijiste el otro día que a ti lo que te gustaba era leer? Pues bien, ésta es una historia de libros.
—¿De libros?
—De libros malditos, del hombre que los escribió, de un personaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento.
· Le tomé cariño a esta sensación de
no tenerte, de saberte
distante, inalcanzable.
· Le tomé cariño a las
pequeñas aproximaciones y vacilaciones, a tus inseguridades y dudosas certezas, a tu imagen digital, a tus palabras evasivas, a tus distancias,
a tus silencios prolongados.
· Te tomé cariño a fuerza de imaginarte y buscarte, de nunca saber, pero queriendo creer que
ése eras tú.
· Complicado resulta entonces, decidir
que hacer con esos cariños
ahora que es
tarde y debo
marchar.
eclipse
—Acostumbraba a pensar en ti de ese modo, ya sabes, como el sol, mi propio sol. Tu luz compensaba sobradamente mis sombras.
Él suspiró.
—Soy capaz de manejar las sombras —dijo—. Pero no de luchar contra un eclipse —agregó mientras luchaba para que no le fallara la voz.
No tenía el pensamiento a salvo del dolor, sino atrapado por éste, ya que formaba parte de la negrura de la inconsciencia.
Me sentí desconectada del cuerpo, como si estuviera confinada en un rincón de mi propia mente, pero sin estar ya al frente de los mandos, y no podía hacer nada al respecto, ni pensar. El tormento era demasiado fuerte para eso. No había escapatoria posible.
• De todas maneras, busqué a duras penas por todo mi cerebro, un desesperado intento de encontrar una reserva de fuerza en alguna parte •
una noche sin luna
—Lo cierto es que mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y movimiento... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantes y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos se habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido —le confesé.